Son las 22:09 de la noche de un domingo en Gainesville
Me levante temprano, fui a la biblioteca
sudé a modo en mi viaje a bicicleta por la maldita humedad y el maldito sol
copié unas películas
comí un sándwich de pavo
hablé con la familia
me quejé en voz baja por el aire acondicionado
volví a casa
fue feliz por unos minutos, no demasiados,
lo pude sentir
ese calor típico
ligeramente
Llovió muchísimo sólo durante un rato
lo vi por la ventana
con las ventanas abiertas
luego paró, volví a casa
y me escapé a ver el reflejo de las farolas en los charcos
ahora llevó aquí metido unas seis horas seguidas
sin moverme
no se si ha vuelto a llover o no,
hace tiempo que cerré las persianas,
hablé con ella a control remoto durante, quizá, demasiado tiempo
no es que la cosa acabara muy bien…
hice algo de pasta con tomate para cenar,
consulté los resultados del fútbol,
trabajé en mis cínicos papeles insulsos,
me pregunté durante unos segundos qué coño hago aquí
y en cómo a veces los giros de la suerte se vuelven en tu contra;
como acertar la quiniela el día que aciertan 200 más
o pasar la noche con la mujer de tus sueños sabiendo que no la volverás a ver.
Son las 22:22 de un domingo en Gainesville,
el aire acondicionado hace demasiado ruido
escucho a Lambchop mientras mastico un puro a medias,
apagado, que me ayuda a combatir la ansiedad
Escribir este poema me ha tomado veinte minutos,
a ti te tomará mucho menos leerlo, seguramente.
Supongo que me alegraría si me dices que te gustó…
yo, ahora, me doy cuenta de que no he hablado directamente con un ser humano en todo el maldito el día.