Mi
amigo Leo y yo
corremos
y reímos cuando nos vemos desde lejos
No pronunciamos
ni una sola palabra
Solo le
muerdo el cuello
Mientras
él echa la cabeza para atrás
Y le
miro reírse con sus miles de diminutos dientes blancos como de pez
Mi
amigo Leo y yo
Nos
saludamos con gruñidos y dando vueltas sobre nosotros mismos hasta que nos
mareamos
(más yo
que el)
Mi
amigo Leo y yo tratamos de
comunicarnos con el mundo como podemos,
la mayor
parte de las veces con poco éxito
(él con mucho
más éxito que yo)
y nos
inventamos canciones hey hey banana banana
en la noche
fría y oscura de esta ciudad reseca y algo tenebrosa en la que vivimos
Caminamos y
el me va dirigiendo como un lazarillo de otro mundo
a un ciego de
este
“Quiero allí”
señala con el
dedo
“Mira”
señala con el
dedo
“Ayuda”
y le ayudo a
subirse al muro de cemento
no tengo
necesidad de más,
hago lo que
me pide
no me
complico
no podría
Luego abre
los brazos,
se ríe y se
lanza para que le
recoja en el
aire
Ya con eso
somos felices
Leo me llama
cuando ya estoy lejos
caminando solo
a mi casa
y viene con
su bici rosa de aluminio sin pedales
para darme un
abrazo de adiós
me agacho sin
decir nada por que no se qué decir
Después, él
se marcha de vuelta con su madre
y solo veo su
cabecita rubia bajo las farolas del parque
y sus pies
moviéndose rápido en el camino
Yo me quedo
de pie mirando hacia atrás como un idiota
intentando
comprender qué ha pasado
y tragándome
unos enormes lagrimones
algo totalmente
fuera de lugar para un tío con casi 40 años más que él
desarmado y
frágil
como una hoja
reseca al aire del invierno
y con la
sensación de diluirme en el embudo de la calle
y el jodidamente
infinito metro
pero con la
sensación
de que podría
morir
con una
sonrisa
en la cara
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